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La hielera en su cabeza

El miedo lo paraliza y trae de vuelta el frío insoportable de la prisión. Como el Dreamer Miguel teme por su futuro en los Estados Unidos.

Esta nota en: deDeutsch (Alemán)

40 grados. Arde el sol sobre el gran edificio cuadrado, en medio del Rio Grande Valley en Texas. Adentro hace frío. Miguel Porfirio se acurruca en el suelo, envuelto en una mantita isotérmica. Mantas así cubren a muchos reclusos del Centro de Detención de Harlingen. Lo llaman La Hielera. Oficialmente, las celdas están a 21 grados centígrados. Pero los guardias bajan la temperatura tanto que es casi insoportable. “Es a propósito», dice Miguel.

Desde niños, sin papeles

En el 2012, Miguel tiene solo 18 años. Es arrestado mientras viaja con amigos en el auto. Una inspección rutinaria: «¿De dónde eres?», pregunta el oficial de tránsito. «De aquí», dice Miguel. Se refiere a Corpus Christi, Texas. El oficial no le cree, lo arresta. Lo lleva al centro de detención.
Miguel es un dreamer: uno de cientos de miles de jóvenes traídos a Estados Unidos cuando aún eran niños o bebés. La mayoría llevados por sus padres a través de la frontera con México, ninguno con autorización. Miguel es ilegal en el país donde vive desde la infancia. Hasta el día de hoy no tiene la ciudadanía estadounidense.

Cuando lo llevan a La Hielera, Miguel sabe que no pertenece allí. No es un criminal. «No elegí crecer sin ser ciudadano», dice. Pero él tampoco pertenece a Texas; al menos eso es lo que muchos tejanos dicen sobre gente como él. Miguel vive en las costas del sur de EUA, en Corpus Christi, desde que tenía cuatro años. Él no tiene recuerdos de su México natal. Allí tiene sus raíces, pero no cree que encajaría. Corpus, como los locales le llaman, es su hogar. Pero no tiene documentos que lo avalen y no se siente bienvenido.

"No elegí crecer sin ser ciudadano"

Cuando lo llevan a La Hielera, Miguel sabe que no pertenece allí. No es un criminal. «No elegí crecer sin ser ciudadano», dice. Pero él tampoco pertenece a Texas; al menos eso es lo que muchos tejanos dicen sobre gente como él. Miguel vive en las costas del sur de EUA, en Corpus Christi, desde que tenía cuatro años. Él no tiene recuerdos de su México natal. Allí tiene sus raíces, pero no cree que encajaría. Corpus, como los locales le llaman, es su hogar. Pero no tiene documentos que lo avalen y no se siente bienvenido.

Centros de Detención en un país libre

La mayoría de los Centros de Detención en EUA se encuentran en la frontera entre Estados Unidos y México. Dato Curioso: en estos estados también se encuentra la mayoría de los inmigrantes. Texas cuenta con el mayor número de estos centros.

Fuente: Portal de noticias Business Insider, EUA

Miguel está sentado en uno de los dos sofás marrones en casa de sus padres. Hoy tiene 24 años. Sus padres están orgullosos de esta casa que les tomó dos años pagar, a pesar de sus bajos salarios. Las persianas y cortinas ahogan la luz del sol. El reluciente calor del mediodía y su luz nunca cruzan el umbral de la casa. Al interior apagado, el aire acondicionado zumba y garantiza un frío seco. Esta casa es el refugio de la familia Porfirio, donde están a salvo. Es su oasis en medio de un país que no los quiere.

Con Trump regresa la incertidumbre

Un Cristo en cruz cuelga de la pared. Vigila la sala de estar, que es también cocina y conecta tres recámaras que alojan a los siete miembros de la familia. Ininterrumpidamente, la televisión envía imágenes luminosas a la habitación: telenovelas, dibujos animados. En las noticias, se lee un tweet de Trump. Miguel niega con la cabeza. Él ya no sigue las noticias. «Ver la cara de Trump es insoportable», dice. La cólera y el miedo resurgen en Miguel, porque fue Trump quien frustró sus esperanzas con un golpe, sin dejarlo olvidar el frío de La Hielera.

“Traen drogas, traen crimen. Son violadores y algunos, supongo, son buena gente” Donald Trump

Hubo mejores tiempos antes de Trump. Para un dreamer como Miguel, era posible obtener algo cercano a un estatus legal a través de DACA, el programa implementado por el gobierno de Obama. Cualquier persona que hubiera llegado ilegalmente a los Estados Unidos cuando era niño, y que creció aquí, podría solicitar un permiso de DACA. Con él, un dreamer contaría con una protección por dos años que se puede renovar. No puede ser deportado sin justificación, y tendría permiso oficial para trabajar y estudiar. En septiembre de 2017, Trump anuncia el final del programa. Desde entonces, arde el pleito legal y nadie sabe qué será de los dreamers. “Traen drogas, traen crimen. Son violadores y algunos, supongo, son buena gente”: esta polémica de Trump también despierta temores.

El Sueño Americano
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¿Quiénes son los Dreamers?
Son personas que fueron traídas en su infancia a EUA. Llegaron de forma ilegal y no cuentan con documentos oficiales de identidad. Ellos viven en un miedo constante a ser deportados. Estos jóvenes en muchas ocasiones solo hablan inglés y no recuerdan mucho de su país de origen. Casi 700 mil de estos jóvenes, que hoy tienen entre 20 y 40 años, aplicaron al programa de protección a migrantes DACA. Por ello, el mundo los llegó a conocer como dreamers.

¿Qué es DACA?
DACA es un programa de protección ante la ley para gente como los dreamers. Nació en agosto del 2012, bajo el gobierno de Obama. DACA exhorta a las fuerzas de la ley a no tratar como ilegales a gente que cumpla los siguientes requisitos:

  • Haber llegado a EUA antes de los 16 años
  • Llevar al menos 5 años en EUA al momento de la creación del programa
  • No contar con un historial penal significativo

Los beneficiarios de DACA cuentan con permiso para trabajar, para ir a la escuela y hasta para llegar a la universidad. Sin embargo, este permiso se debe renovar cada dos años, y no otorga estatus de ciudadano.

¿Un dreamer puede conseguir la ciudadanía de EUA más fácilmente?
Simplemente por tener DACA no, pero la protección del programa trae ciertos beneficios. Por ejemplo, la libertad de acercarse a un abogado de migración para recibir orientación legal. Bajo el estatus de indocumentado, esto era o muy difícil o imposible.

¿Cuál es el estado actual de DACA?
Aplicar para DACA también significó exponerse. El día de hoy, el gobierno de Trump sabe exactamente quiénes son estos 682, 750 dreamers. El gobierno ha anunciado una y otra vez acabar con el programa y manejar la migración con mano dura. Por ello, la administración de Trump ha recibido una cantidad de demandas, lo cual tiene a DACA en un estado de parálisis. Al día de hoy, los dreamers actuales aún pueden renovar su estatus por dos años más. Sin embargo, otras personas ya no pueden aplicar, y el futuro de DACA pende de un hilo.

«Antes de DACA siempre fui cuidadoso, callado y reservado. No llames la atención, eso es lo que mis padres siempre me enseñaron», dice Miguel. Con DACA vive sin preocupaciones. «Me despertaba todas las mañanas con la sensación cálida en el estómago de que no me podía pasar nada», dice Miguel. Formula planes para convertirse en un comediante stand-up. Sus temas: el racismo, los absurdos de la ley de migración, su propia historia. Sus padres están preocupados. Un artista no gana dinero.

Miguel siente la carga de la responsabilidad por su familia. Cede a la presión: decide convertirse en un maestro, un mentor. «Cuando fui a la escuela, no había nadie en un puesto de alto rango que fuera como yo. Ni un solo latino «. Quiere llenar ese vacío, estudiando ciencias de la comunicación en la Texas State University. «Ocupar un espacio que no estaba destinado para mí es mi rebelión personal», dice. Miguel ingresa al club de debate de la universidad y obtiene una beca. Viaja por el estado, discute en grandes escenarios y gana muchas competencias con su equipo. Se convierte en una celebridad regional.

Miguel toma el micrófono
"Ocupar un espacio que no estaba destinado para mí es mi rebelión personal"

Hoy, Miguel presenta su show solo frente a sus hermanos, en su sala de estar, bajo la mirada severa del Crucificado. Tiene miedo nuevamente, de ser arrestado o incluso deportado en cualquier momento. Por eso, ya no hace más que esperar la decisión final sobre la continuación de DACA, sentado en las penumbras de la sala de sus papás. Sueña con estudiar una maestría, pero como todo es tan incierto, no se atreve a comenzar algo nuevo que podría quedar a medias. Sus recuerdos lo invaden , y piensa en su tiempo en La Hielera.

Frío. Está en todas partes, arrastrándose a través de los delgados colchones en el piso de concreto. Hace mucho tiempo que los prisioneros fueron despojados de suéteres y chamarras. Un guardia de seguridad se inclina hacia Miguel, con un formulario en la mano. Miguel ya no sabe cuántas veces ha estado en esta situación. “¿Por qué no firmas? Solo tienes que firmar, y sales de aquí”. Fuera del frío, fuera de La Hielera. Miguel conoce los trucos de los guardias. «Te congelan para romper tu voluntad. Pero no me van a quebrar «. Miguel ya leyó la ley de migración, mientras preparaba sus rutinas de stand-up, suficientes veces. Ahora puede ayudarse a sí mismo, y a otros.

"Te congelan para romper tu voluntad. Pero no me van a quebrar "

«Le rogué a cualquiera que aún no hubiera firmado este documento que no cediera, que peleara su caso en la corte». Quien firma, renuncia a sus derechos, no recibe juicio alguno, es deportado de inmediato. Miguel logra convencer a muchos. Lo más probable es que todavía estén en el país que llaman hogar gracias a él. Miguel mismo pelea su caso en el tribunal, es liberado después de cuatro meses en tres prisiones distintas. Y, sin embargo, Miguel no logra deshacerse del frío de La Hielera; lo paraliza, merma su coraje, le roba la energía.

A veces Miguel le pregunta a su padre por qué huyó a los Estados Unidos, dejando todo lo que conocía para enfrentarse al tremendo riesgo del cruce. Por qué tuvo que ir a un país donde, hasta el día de hoy, no es bienvenido. «¿No harías eso por tus hijos?”, pregunta de vuelta el padre. Miguel frunce el ceño, sus ojos apenas visibles detrás de sus gafas. «No». Él no sabe si podría hacer un sacrificio de este tamaño para nadie, quizás ni para sí mismo. Es demasiado arriesgado. «Si me deportan a México hoy, no sé si volvería”.

Deportaciones ¿a la baja?

Contrario a la opinión pública, la cantidad de gente entrando a EUA de manera ilegal va a la baja, y desde hace 18 años, y con ello, las deportaciones.

Fuente: Boletín estadístico, Unidad de Política Migratoria, Secretaría de Gobernación

¿Quién está dispuesto a arriesgarse?
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¿Por qué están a la baja las deportaciones?
Uno de los factores principales es la recesión global de principios de siglo. “Desde la crisis económica, menos gente ha llegado y más y más han regresado a México–la economía es solo uno de los factores”, explica Erica Schommer. Ella es experta en migración de la St. Mary's University en San Antonio, Texas.

¿Es solo cuestión de dinero?
Esto no significa que cientos de miles no sigan viniendo a EUA. Ahora es más difícil entrar, por el muro fronterizo que se empezó a erigir en el 2006, la militarización de la frontera y el alto precio que cobran los coyotes para la pasada. Cruzar la frontera resulta cada vez más caro y peligroso. Los que hoy en día se arriesgan a cruzar son migrantes distintos a los de antaño.

¿Quiénes cruzan la frontera?
Los que todavía se arriesgan a cruzar la frontera lo hacen por otros motivos: “Las olas de gente que vemos en la frontera no son migrantes económicos, como hace 10 o 15 años. Son gente que huye de la violencia y la muerte, y están dispuestos a correr el riesgo”, explica Schommer.

La casa, de la que su familia está tan orgullosa, lo protege como la famosa jaula de oro. Cuando Miguel sale, está siempre alerta. Cualquier paso en falso podría resultar en un regreso a la detención. Y luego, tal vez, despertar en México y no en Texas. Por ello, Miguel aguanta el calor asesino del verano de Texas por 200 metros más, para cruzar por el semáforo y no llamar la atención. No cruza sin semáforos o pasos peatonales, no se atreve. Está congelado.

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CLOSER_JANAHERNAN

A Miguel le gustaría vivir en un hogar que lo haga sentir bienvenido.

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